19 marzo, 2015

Testimonios de recuperación

image

TESTIMONIO 1

Durante más de 15 años negué ser una comedora compulsiva. Creía que mi problema era que no podía sostener una dieta. Nada más.

Pasé años alternando entre comerme todo y hacer dietas restrictivas. Probé la dieta de la sopa, de la luna, la dieta disociada, dieta proteica, auriculoterapia, usé plantillas que prometían hacerte adelgazar mientras caminabas, dietas de 600 kcal, dietas de 1200 kcal. El resultado: bajaba 10 y subía 15. En un verano llegué a aumentar cuatro talles de pantalón.

Muchas veces comí alimentos congelados porque no podía esperar que se descongelaran al bajarlos del freezer, alimentos quemados por querer descongelarlos rápido; llegué a pasar el día a frutas para luego comer todo lo que podía, vomitarlo y volver a comer hasta no dar más.

Años de muchísimo dolor, frustración, aislamiento y desprecio por mí misma.

Llegué a OA desesperada buscando que me ayuden a mantener una dieta más. OA no era parecido a nada de lo que conocía. No había balanzas, dietas, platos prohibidos o permitidos; pero sí había personas que compartían su experiencia de la forma más honesta que había escuchado, personas que escucharon mi historia amorosamente, sin juzgarme.

OA no es un club de dietas y calorías. OA para mi es una escuela de vida y en cada reunión me siento en casa. Hace 3 años que formo parte de este maravilloso programa y puedo decir que me cambió la vida. No es mágico, es real, amoroso y funciona.

Anónimo. Ciudad de Buenos Aires, 2015

TESTIMONIO 2

Desde muy chica soy una comedora compulsiva, pero a partir de los 15 años mi problema de adicción a la comida empeoró bastante. A esa edad comencé a tomar anfetaminas para adelgazar.

Siempre me sentí gorda, aunque no lo era.

Cuando tomaba las anfetaminas no tenía hambre, me ponía hiperactiva y no comía. Cuando las dejaba, inmediatamente engordaba y estaba cansada todo el día.

Después de los 17 años me interné dos meses para poder adelgazar. Comía dos frutas por día y tomaba champagne. Siempre que salía de las internaciones volvía a engordar todo rápidamente.

Pensaba que si me sentía gorda, no iba a gustarle a los hombres. En ese momento creía que lo más importante era casarme y que así sería feliz.

Mi madre me retaba cuando me veía comer compulsivamente y me decía Que estaba gorda cuando tenía 3 o 4 kilos de más. Yo me sentía muy gorda. No me quería ni me gustaba.

En esa época, cuando estaba en el campo con mi familia, me sentía atrapada, sin salida y muy angustiada. Robaba alimentos dulces de la despensa que cerraba con llave mi abuela. Lo mismo con las golosinas que ella guardaba en su placar.

En mi casa donde vivía con mis padres y cinco hermanos, antes del horario de la comida, me comía gran parte del postre, siempre tratando de que no se note, era evidente, pero yo no podía parar.

También tomaba laxantes en gotas. Cuando tenía una fiesta tomaba diuréticos para estar más flaca, pero cuando llegaba a la fiesta tenía que tomar líquidos sin parar porque estaba muerta de sed.

A los 21 años mi madre se dio cuenta que estaba tomando anfetaminas. Me llevó a un médico y, milagrosamente, pude dejarlas. No así mi compulsión por la comida. Engordé más de 10 kg. Me sentía horrible. Fui a la playa ese verano y seguía comiendo. Me daba mucha vergüenza que me vieran en traje de baño.

Siempre que iba a la playa en los veranos me sentía muy presionada y empezaba a comer dulces sin parar. Lo que había adelgazado antes del verano lo volvía a engordar.

Mi padre tenía su placar con llave una especia de kiosko con las golosinas que más le gustaban. Yo hacía bajar a mi vecina del 3º piso donde tenían llaves iguales a las del placar de mi padre. Con esas llaves, cuando él no estaba, le robaba parte de sus golosinas y me las comía.

Varias veces fui a la casa de un amigo y me comía las golosinas que eran de su madre y estaban sobre la mesa.

En los bares me comía las cosas dulces que otras personas habían dejado en sus mesas cuando se iban.

Cuando empezaba a comer compulsivamente recorría kioskos y panaderías. Mi obsesión por comer era casi todo el tiempo.

Cuando iba a fiestas comía todos los dulces que podía. Me atracaba y después no podía bailar que es lo que más me gusta en el mundo.

Los cambios de estación eran horribles porque estaba más gorda y no me entraba la ropa del año anterior. La peor estación era el verano porque el aumento de peso se notaba más. Me daba muchísima vergüenza.

Cuando me sentía gorda no quería que nadie me viera.

En las fiestas usaba solo vestidos negros y muy amplios para taparme.

Antes de llegar a OA fui a tres grupos de descenso de peso, pero no podía parar de comer más de tres días seguidos y recaía. Hacía todas las dietas posibles, pero solo tenía resultado por poco tiempo.

El azúcar, los dulces y las harinas eran lo único que me gustaba. La comida sana no.

Ingresé a OA hace muchos años, pero dejé porque mi problema de peso no era tan grave.

En marzo del 2004 corté con mi ex novio y como consecuencia de eso tuve varios problemas legales y económicos. Estaba muy mal y muy flaca por la preocupación que tenía. Igual, cada tanto, me daba atracones.

Una amiga me recomendó volver a OA y empecé enserio mi recuperación. Igual no podía parar de comer compulsivamente. En diciembre de ese año mi hermana me invitó a pasar las fiestas con su familia en otra provincia. Esa noche comí bastante, pero a la mañana siguiente me desperté muy tempano y comí todo lo dulce que había sobrado de la noche anterior.

Después de comer sin parar usaba Hepatalgina para no sentirme tan mal.

Al año siguiente se casaba mi sobrina y fui a la fiesta en un lugar muy lejos de donde yo vivía. Allí me sentí muy incomoda con mi familia y comí muchísimo sin poder parar. Sentía que me moría y no pude bailar. Me volví al hotel antes de que termine la fiesta. Unos conocidos me llevaron el el auto y no podía hablar de lo mal que me sentía.

Al otro día volví a comer dulces sin parar a pesar de lo mal que me sentía.

Creo que esto finalmente me hizo tocar fondo.

Volví a Buenos Aires y casi enseguida comencé mi abstinencia en OA.

Gracias a todos mis compañeros de OA, mi madrina y mi Poder Superior, hoy tengo 10 años sin atracones, sin comer azúcar.

Sin OA jamás hubiera logrado ese milagro. ¡Gracias, gracias, gracias!

Anónimo. Ciudad de Buenos Aires, 2015

TESTIMONIO 3

Quiero compartir los beneficios que encontré al estar en recuperación en OA:

  • Puedo llamar por teléfono a mis compañeros de OA y pedir ayuda antes de ir a una fiesta o salir a comer con amigos.
  • Comer varios días fuera de casa y estar abstinente con la comida
  • Mantener estable mi peso por 10 años con oscilaciones de 1 o 2 kilos.
  • A veces voy a OA y me siento muy desequilibrada. Comparto allí mis problemas y baja mi angustia. Entro mal al grupo y siempre salgo mucho mejor y no como compulsivamente.
  • Sé que siempre tengo mi lugar en OA, un grupo amoroso que funciona todos los días.
  • Sé que no estoy más sola con mi desorden alimentario.
  • Nunca más voy a internarme en un lugar para bajar de peso, ni ayunar, ni probar la ultima dieta de moda. Sé como termina la historia: salgo de la internación o termino la dieta y recupero todos los kilos bajados.
  • Recibo gratis todo lo que necesito, me escuchan atentamente sin interrumpir. Este es un gran regalo y muy difícil de encontrar en otro lugar.
  • Que mi Poder Superior me dió la perseverancia para no dejar nunca la recuperación. Es muy triste volver a ver a compañeros que se alejaron de OA y vuelven con todos los kilos de más que recuperaron.
  • Tengo una muy buena relación con mi Poder Superior. Estoy segura que el quiere lo mejor para mi.
  • Me acepto hoy con el peso que tengo, aunque quisiera tener 2kg menos.
  • Vivir solo por hoy y no proyectarme al futuro o vivir en el pasado. Hoy trataré de hacer lo mejor que pueda con la ayuda del grupo y de mi Poder Superior.
  • Recibí el regalo de abstenerme de comer compulsivamente y la mayoría del tiempo estoy libre de la obsesión por la comida.
  • No pienso todo el día en la comida que no me hace bien y daña mi cuerpo.
  • Como comida sana que nutre mi cuerpo y mi espíritu. Me empezó a gustar este tipo de comida.
  • Dejé de pensar: «¿Qué me compro en el kiosko?», e inmediatamente después: «¿Qué me compro en la panadería?». Estos dos lugares dejaron de ser mis proveedores. Lo único que conseguí allí eran dulces que me hacían engordar.
  • El azúcar dejó de ser la droga que usaba para cambiar mis estado de ánimo.
  • Dejé de consumir todos mis alimentos disparadores. Lo que ésto trajo a mi vida fue serenidad y equilibro.

Anónimo. Ciudad de Buenos Aires, 2016

TESTIMONIO 4Un antídoto contra el agotamiento y el abandono

Llegue a OA agotada y con un solo deseo: que alguien me ayudara a poder pensar en algo más que la comida, los kilos, las dietas y la imagen. Había probado absolutamente todo – nutricionistas, médicos, grupos de dieta, acupuntura, homeopatía, terapia – y paradójicamente, la sensación era la de estar cada vez más loca y más obsesionada con el tema. Tal vez en algún punto ya ni siquiera se trataba de estar más flaca o más gorda, solo quería salir de ese mundillo paralelo de la comida, que tanta tristeza y encierro me generaba. Supongo que si se hubiera tratado solamente de fuerza de voluntad, lo hubiese logrado antes (y por mi cuenta) porque nadie más voluntarioso que yo para buscar e intentar formas de salir del círculo vicioso que conforman la obsesión, la compulsión y la culpa. El hecho es que realmente no podía; no importaba cuanto empeño, racionalidad o «buena onda» le pusiera… Necesitaba una ayuda más grande que mi propia autodeterminación.

Una conocida me habló de OA, y obviamente lo primero que pensé fue que un programa espiritual no tenía absolutamente nada que ver conmigo o mis necesidades. Yo no tenía un problema espiritual, pensaba, solamente no podía parar de comer! Sin embargo acepte ir a una reunión, y a pesar de no entender muy bien de que se trataba, algo me conmovió profundamente. Y seguí viniendo, con la intuición de que quizás había subestimado mi enfermedad, y que el grupo tenía para ofrecerme exactamente lo que necesitaba, aunque yo no supiera que era.

Hace tres años que sigo viniendo y deseo que todos los que sufren o alguna vez sufrieron por el tema de la comida, se den una oportunidad. Hicimos tantas cosas por este tema, que una más que daño puede hacer, no? Cualquiera que sea el problema que tengas con la comida, sos bienvenido a esta reunión.

Anónimo. Ciudad A. de Buenos Aires, 2016